Marisa Peralta estudió Diseño Gráfico hasta quinto año de la facultad, cuando decidió continuar su carrera en otro ámbito: la actividad física. Por dos décadas fue instructora en técnicas de gimnasia y profesora de Pilates y Spinning. Tal como nos cuenta, siempre desempeñó su profesión con mucho entusiasmo, pero la veta artística latente dentro de ella irrumpió nuevamente para apoderarse de su ser.
Actualmente, se dedica plenamente al arte y, si bien ha participado en varias muestras a lo largo de los años, hoy pasa sus días en su atelier —ubicado en la parte superior de su casa en Dalvian—, donde deja fluir sus ideas al ritmo de Colplay, Ed Sheeran, entre otros.
¿Cómo definirías el arte?
El arte es sanador… Cuando dejamos fluir nuestra creatividad y la plasmamos en un lienzo sin impedimento y represión es cuando nuestra alma es verdaderamente libre y sana. Cuando pinto siempre pienso que somos efímeros y que algún día ya no estaremos. Pero las obras del artista trascienden, por eso es que cada vez que lo hago, es a conciencia, poniendo en cada pincelada mi pasión, mi corazón, intentando provocar en el espectador algo que esté más allá del «me gusta o no». Lo importante es poder transmitir mis sentimientos. Igualmente, creo que las obras hablan por sí solas y cada espectador las interpreta desde su esencia.
¿Cómo vivió tu familia este cambio de profesión?
Tengo una bella familia compuesta por mi esposo, arquitecto, y mis hijas, una ya arquitecta también y la otra estudiando la misma carrera. Todos dibujan divino y aman el arte, por eso me siento muy apoyada por ellos. Otra persona que me incentivó siempre fue mi madre. Todos ellos, a sabiendas de cuánto amo esto que hago, me motivan incesantemente. Me olvidaba de algo muy importante, mi mascota Gero, con su compañía incondicional, testigo presencial de cada una de mis obras.
Contanos un poco de tu historia…
Desde muy chica me encantó dibujar, lo hacía en los tiempos libres… En esa época no había Internet (risas). Prefería dibujar y pintar antes que cualquier otra cosa. A los 13 años ya iba a taller de arte con Mario Delhez, excelente artista. Luego, mientras ejercía como profesora y ama de casa, encontraba el espacio para pintar. ¡Nunca dejé de hacerlo!. Tomé clases con varios artistas locales, entre ellos destaco a Mauro Cano, un profesional al cual admiro muchísimo.

¿En qué muestras has expuesto?
Expuse en varios lugares privados y públicos. En el ECA recibí una mención con una de mis obras, el retrato de mi hija más chica llamado “El otoño en sus ojos”. La última exposición fue hace muy poco en el espacio de “Antigüedades y Arte” de Alejandra Cichitti. La colección que presenté se denomina “Vendimia Mágica”; allí pinté muchas mujeres, con ojos grandes, en un marco vendimial. Algunos de esos cuadros están expuestos en DOSSA en este momento.
¿Cuáles son tus temáticas y elementos de trabajo?
En cuanto a temas, me gusta mucho lo figurativo mezclado con técnicas mixtas. De todas maneras, he ido mutando en todo este tiempo: comencé con naturalezas muertas, flores, luego rostros y animales, de los cuales destacaba siempre la mirada entre fondos llenos de textura y color. En este último tiempo, mis cuadros fueron un poco más espirituales, como «Entre el cielo y la Tierra», «Entre el cielo y el mar», «Resiliencia»…
“Los materiales que uso son variados, pero destaco entre ellos el óleo —material noble para el realismo—, los acrílicos y otros como piedras, enduído plástico, telas y metales. Siempre sobre bastidores entelados”