Después de tocar timbre en una de las casa de Dalvian, nos abre la puerta Ciro, un chico de 10 años vestido con el equipo de Boca. Tímido, nos mira: sabe quiénes somos, pero no abre la puerta por miedo a que se escape el perro. Detrás aparece Esteban “Coco” Gargiulo, su papá, que nos da la bienvenida a su hogar. Luego de saludarnos, lamenta que no estén su esposa e hija. “Para la foto”, comenta y bromea sobre la falta que cometió al no avisarles con tiempo la hora de la cita para la entrevista.
Los portarretratos sobre la mesada son una muestra más de lo familiero que es Esteban. Su segundo amor está reflejado en las copas y medallas de los distintos torneos ganados, que reposan en los estantes del living. Allí nos sentamos a conversar un rato.
¿Por qué Coco?
Mi papá, cuando yo era chico, me decía Coquito. La verdad que era él, al principio, el único que me decía así y después empezaron a hacerlo en mi club, el Mendoza Tenis Club. Yo juego desde los seis años, y en ese entonces se esparció al ambiente del deporte. Soy abogado y en el Foro Jurídico, en todos lados, también me dicen Coco.
Empezaste a jugar desde muy pequeño…
Sí, por iniciativa de mi padre que era muy fanático de los deportes y se enamoró del tenis. A mí, al principio, mucho no me gustaba, me gustaba más el fútbol. Pero de a poco me fui enganchando, empecé a jugar torneos como a los diez y desde entonces hasta ahora, que ya tengo 46, nunca dejé. Soy un apasionado.

Cuando uno te googlea, aparecen solamente tus premios en la categoría senior. ¿Qué pasó antes?
Eso tiene que ver con que todo lo que es la información digital empezó no hace mucho. Por ejemplo, yo llegué a primera a los 17 años, en 1989. Imaginate que no existía internet… fue muchísimo antes de eso (ríe). Tengo pilas de diarios atesoradas en las que aparezco. La aparición de los medios digitales coincidió con mi pase a la categoría “senior”, que comienza a los 35 años. Cada cinco años se establecen las categorías, y en mi primer año de la categoría +45 llegué a estar n°1.
El 20 de abril de 2017.
Exactamente. Ya sabés más que yo (risas).
¿Pensaste alguna vez en dedicarte profesionalmente al tenis?
De hecho, sí. Yo terminé el colegio secundario en 1989, cuando llegué a primera y durante ese año quise ir a jugar a Europa. Tomé la decisión y mis papás me apoyaron; más mi papá que mi mamá. Ella quería que estudiara y a él le gustaba el deporte. Me quise ir, pero no pude porque tuve que hacer el servicio militar. Se me complicó un poco, por lo que me dediqué a jugar torneos en Buenos Aires, en el circuito Top Serv, y algunos otros por plata en el interior. Ahí tomé la decisión de inscribirme en la Facultad de Derecho, que fue siempre lo que me había gustado. Empecé a estudiar y, a diferencia de muchos de mis amigos, nunca dejé de jugar; me mantuve y jugué durante toda la carrera y después de recibido.
Empecé a jugar torneos como a los diez y desde entonces hasta ahora, que ya tengo 46, nunca dejé. Soy un apasionado.
Si hubieras podido elegir, ¿cambiarías tu carrera como abogado por una como jugador de tenis profesional?
(Pausa) Qué pregunta difícil… Creo que sí. Lo que pasa es que la carrera de tenista profesional, además de ser sacrificada -no digo que la de derecho no lo sea-, es para muy pocos; ser exitoso es para muy pocos, es muy arriesgado. La verdad es que me pareció muy difícil que yo fuera un jugador demasiado destacado como para dejar todo y apostarlo todo; me pareció que el estudio era el camino. La carrera me gustaba mucho, y la profesión no la conocía, me la imaginaba, y cuando la empecé a ejercer, me gustó aun más. Me siento muy feliz con lo que hago. Pero podría decirse que aposté a lo seguro. Y al final, en algún punto, me quedé con todo. Tuve esa realización personal que fue estudiar una carrera, recibirme y ejercer una profesión, en la que gracias a Dios me ha ido muy bien y, sumado a eso, seguir jugando al tenis.
Y ¿cómo combinás ambas?
Requiere un esfuerzo muy grande. La realidad es que lo que le puedo dedicar al tenis es muy poco porque las obligaciones profesionales, de mi familia y de mi club -donde también colaboro-, me dejan escaso tiempo. Lo que tengo es el hábito muy firme de entrenar todos los días, aunque sea un ratito, una hora, una hora y media. Salvo el domingo que es el día de la familia, el resto de los días trato de hacer deporte, lo que repercute también positivamente en mi salud y en mi estado de ánimo: trabajo mucho y creo que el deporte me ayuda a estar con vitalidad, con energía y sano.
¿Tenés una rutina?
Soy bastante rutinario. Trato de cortar un rato en la siesta, más o menos alrededor de las 15, dependiendo de la agenda de ese día. Intento entrenar a ese horario, lo que me permite trabajar desde temprano hasta el mediodía, tomarme un rato a la hora del almuerzo para entrenar -me como una fruta solamente- y después seguir trabajando.

Una vida muy saludable…
Demasiado pasado de rosca diría yo. A veces llego a casa y los chicos ya están durmiendo. Eso no me gusta, pero no es todos los días. Trato de romper la rutina y de que hagamos una escapada los fines de semana los cuatro, toda la familia.
¿En Dalvian Club jugás?
De tanto en tanto, porque el profesor Alejandro Posca, muy amablemente, coordina juegos con algunos alumnos a los que les viene bien practicar. Voy a jugar con la Escuela de Tenis que maneja él, que la verdad tiene muy buenos jugadores.
¿Te reconocen los chicos?
Sí, me reconocen porque algunos me tienen que padecer todavía en primera (dice sonriente). A mi edad es lógico que los jóvenes tengan la preponderancia. Yo he hecho el esfuerzo para mantenerme y no dejar de jugar en esos certámenes porque me da mucha competitividad para jugar en senior: si bien pierdo, me da un plus. Jugar a ese ritmo con los chicos jóvenes, que juegan a otra velocidad, me ayuda a estar competitivo para mi categoría que es +45.
Hay un circuito de primera acá en Mendoza que, por suerte, es muy competitivo y con muchas etapas, donde cualquiera puede jugar. Incluso hay personas con puntos ATP. Cuando puedo, participo en estos torneos, aunque últimamente me cuesta mucho ganar partidos. En otra época, cuando era más joven, ganaba torneos, ahora me cuesta ganar partidos (risas). La ley de la vida.
¿Nunca ingresaste al circuito ATP?
Tuve un punto de ATP en dobles cuando recién me había recibido. Me dieron una invitación para jugar en el Andino y ganamos unos partidos con un gran jugador, más grande que yo, que se llama Gabriel Limina.
Pero ya recibido no tuve mucho rodaje, no pude viajar al exterior tampoco. Lo que he hecho en el exterior ha sido en senior: he representado al equipo argentino en dos mundiales, en San Diego y en Turquía, y después el mundial individual en Croacia y Palm Beach, en EEUU.
Vi que al último torneo en Ecuador fuiste en familia y aprovechaste para viajar. ¿Siempre disfrutaste de esa manera el tenis?
Ese es el combo perfecto: cuando logro ir a un torneo al que vamos con la familia. Hay uno en Viña del Mar o uno en La Serena, por ejemplo, que es cerca y al que vamos todos juntos. Puedo disfrutar de ellos y también jugar.
Me siento muy feliz con lo que hago, al final, en algún punto, me quedé con todo. Tuve esa realización personal que fue estudiar una carrera, recibirme, ejercer una profesión y, sumado a eso, seguir jugando al tenis.
Después de llegar a ser el n°1 del mundo, ¿qué queda?
Hay que seguir buscando la motivación, que es la zanahoria que uno tiene para todo. La verdad, me gustaría volver a ser n°1 o al menos volver a ser top ten. Es muy difícil, requiere mucho esfuerzo, jugar mucho y tengo un nuevo trabajo que me ha demandado mucho en el Ministerio de Trabajo de la Nación y me está costando entrenar y viajar, lo que ha hecho que me aleje de los primeros puestos. El objetivo hoy es volver a ser top ten, de ser posible. Y ojalá algún día volver a ser n°1.
¿Y entrenar a alguien más?
La vida me ha puesto a tratar de ayudarlo a mi hijo que está empezando a jugar (señala a Ciro, que orgulloso escuchó la entrevista desde la escalera). Él, obviamente, entrena con su profesor. Trato de ayudarlo, darle consejos y acompañarlo, tal como hizo mi papá conmigo. Nunca se me dio por entrenar a alguien más, ni ser profesor, siempre he sido jugador. Por supuesto, cada vez que compito con un chico más joven, intento, humildemente, darle consejos de todo lo que uno ha aprendido en 40 años de tenis.
Muy interesante. Me parece muy bien todo lo expuesto en este post para conocer la vida de este profesional del Tenis. Buen trabajo y un saludo!!