A su jardín de todavía no llega el otoño. Bajo el sol de la mañana el naranja, fucsia y verde del cerco de grateau se muestran vibrantes. Miriam Córdoba (psicoanalista, escultora) mira por la ventana: “Disfruto mucho del patio”, dice. Pero en su casa, ese no es el único rincón colorido. Obras de pequeño y gran formato, esculturas e ilustraciones conviven en todos los ambientes. Las artes visuales –cuenta- le gustan “desde siempre”. De allí sus tempranas lecturas sobre Historia del Arte y su indagación en la pintura; y también esas ganas locas de moldear el barro en la infancia. Ese pasado hoy confluye en su pasión por la escultura.
Aunque hace casi quince años experimenta con distintas técnicas escultóricas, este año inauguró su primera muestra. En el programa escribí “felizmente se dedica a la escultura’. Después me puse a pensar por qué lo puse”.
Tengo la influencia del psicoanálisis, siempre ando buceando y haciéndome preguntas. A veces es más importante la pregunta que la respuesta.
¿Y por qué lo hiciste?
Uno siempre se formula esa pregunta: ‘¿qué es ser feliz?’. Después de leer mucha filosofía llegué a la conclusión que la felicidad tiene que ver con una actividad. Es un hacer. Lo demás, ya sabés…
Para aquella reseña la escultora eligió también palabras de la artista francesa Louise Bourgeois: “El arte es una forma de reconocerse a uno mismo y de encontrar los propios límites”. La elección no es casualidad. Esa posibilidad, acaso, es la misma que habilita la psicología, ámbito en el que Miriam Córdoba se desarrolló profesionalmente siguiendo los preceptos de Freud (a quien incluso le dedicó una de sus obras). “Y sí, tengo la influencia del psicoanálisis –admite-, siempre ando buceando y haciéndome preguntas. A veces es más importante la pregunta que la respuesta”.
¿Cuándo decidiste dedicarte a las artes visuales?
Cuando comencé a preparar mi jubileo me prometí retomar esta actividad pero orientada a la escultura. Me estaba preparando, también, para asumir el nido vacío: cuando mis hijos se fueron de casa, en 2002, comencé a tomar cursos en la Universidad Nacional de Cuyo y más tarde clases particulares.
Cuando hay una idea, cuando uno desea algo, no lo busca sino que lo encuentra.
¿Por qué la escultura?
Porque me gusta modelar. En un principio, mi interés estaba puesto en experimentar en distintos materiales. El mármol fue lo primero que me atrajo pero actualmente este tipo de esculturas no se realizan a menos que las hagas en Italia (risas). Sin embargo hay técnicas que te permiten reconstituirlo. Trabajé el yeso, el cemento y el mármol reconstituido pero mi meta –siempre hay que tener una en la vida- era llegar al bronce. Entonces comencé a formularme preguntas, a estudiar e investigar, a experimentar y tuve la suerte de encontrar a la maestra, Amalia Burlando. Cuando hay una idea, cuando uno desea algo, no lo busca sino que lo encuentra. El bronce me atrapó. Ahora quiero seguir con otras técnicas. Mi interés continúa en el aprendizaje. Siempre hay que brindarse esas posibilidades.
Decías que la creación de una obra está ligada al deseo de modelar. Si indagamos más, ¿qué hay detrás de ese deseo?
Trabajar con las manos involucra poner el cuerpo. Pero si buceo un poco más, según mi formación como psicóloga, dentro del psicoanálisis, siempre hay algo de la infancia detrás.
Algún deseo latente…
Sí, que perdura de por vida. Desde niña me gustaba jugar con barro, armar cosas. En la adolescencia comencé a pintar. Pero si voy más allá, todo tiene que ver con un recuerdo infantil: el de ir con mi madre a la casa de su tía Luisa, quien tenía obras de la mamá de Eliana Molinelli. Incluso debo haberla visto alguna vez. Tengo el recuerdo claro de escuchar a mi madre con un tono de voz emocionado; un tono de cariño y de respeto hacia la artista. No he contado muchas veces esto. Solo mi esposo, mi hijo menor y un amigo lo saben.
Bueno, Eliana fue escultora
Pero ella trabajaba la chapa batida. Hay que tener fuerza, para crear a los golpes. Hasta altura de la vida prefiero modelar (risas). Pero, en síntesis, tengo la influencia del psicoanálisis, siempre ando buceando y haciéndome preguntas. A veces es más importante la pregunta que la respuesta.
Es una coincidencia, tal vez, pero tus primeras obras fueran cabezas…
Esa fue primera intención. Una de las primeras que hice fue la de Freud
El arte, en general, y las artes plásticas en particular otorgan un goce especial. Tanto la pintura como la escultura abarcan algo que las palabras no pueden abarcar.
¿Un homenaje al padre?
(Risas). Más allá de que ya moldeaba cabezas quería aprender a hacerlas. Fue todo un periodo. Después pasé al cuerpo.
Es interesante pensar en esos estadios de creación porque, supongo, responden a diferentes motivaciones.
Hay mucho escrito sobre cuál es el momento de la creación. La creación es un proceso en el que se pone el cuerpo, lo irracional, la sensualidad, las emociones, los sentimientos. De allí lo de proceso creativo. No es que exista un momento en particular; una idea puede surgir de una manera y terminar siendo otra.
La creación es un devenir.
El arte, en general, y las artes plásticas en particular otorgan un goce especial. Tanto la pintura como la escultura abarcan algo que las palabras no pueden abarcar. Aprendí que el arte, abriendo senderos a los laberintos del alma, nos libera y nos permite explorar el lado intuitivo, irracional y poético de nuestras existencias diarias”, escribió para
Tanto el psicoanálisis como la escultura son actividades solitarias. ¿Te sentís cómoda allí?
Mi personalidad tiene que ver más con la introspección. Aunque después comparta lo que hago, cuando trabajo me gusta hacerlo sola. ¿Por qué? Porque cuando estás en soledad sale lo que está en tu interior; te encontrás con vos misma y además, te tenés que llevar bien (risas).
Miriam Córdoba
Nació en Mendoza, Argentina. Se desempeñó como psicóloga, psicoterapeuta y psicoanalista, y como profesora en la Cátedra de Psicoanálisis de la Carrera de Psicología de la Universidad del Aconcagua.
Actualmente se dedica la escultura.
Exposición colectiva
Actualmente Miriam expone sus obras en la Sala de Arte de la Bodega Finca Agostino (Carril Barrancas 10590, Barrancas, Maipú) junto a acuarelas de Amalia Burlando y acrílicos de Nany Spampinato. La muestra se puede visitar hasta mediados de mayo.