Nacido en Mendoza y residente de Dalvian, Ramiro Scalzi se define como “percusionista, creativo y musical”. A sus veinte años voló lejos de casa para completar sus estudios en el Instituto Superior de Arte (ISA) en La Habana, Cuba, y vivir una experiencia cultural intensa en diferentes ciudades. El recorrido fue sumamente enriquecedor y, desde entonces, ha crecido como profesional y ha inventado shows únicos y originales. Hoy vuelve a Mendoza con un bagaje asombroso que planea desplegar en cada escenario que pise. Entre todo esto podemos destacar “Drum & Luz”, un show visual que conjuga música, tecnología e interacción con la audiencia. Se trata de un producto totalmente de su autoría, en el que, al compás del sonido de
RAMIRO SCALZI TEJADA sus tambores, se desata un juego de luces y agua que impacta todos los sentidos.
Más allá de su talento, Ramiro tiene una personalidad tan relajada como original y un carisma atrapante. Te invitamos a conocerlo un poco más a través de la entrevista que mantuvo en exclusiva con ÚNICO:
Contanos un poco más sobre lo que hacés…
Me especializo en percusión, aunque también toco guitarra, estudié saxofón y piano. Soy percusionista y lo que hago son producciones de eventos artísticos con ideas conceptuales únicas para un determinado momento, para marcas como Bacardi, o para una fecha especial como una inauguración o una efemérides. Me gusta crear y representar mediante cualquier tipo de arte: sea pintura, danza, gente volando, violines, cosas más tecnológicas como mapping 3D, visuales, proyecciones. Bastante visual y sensitivo todo lo que hago.
¿Te definirías como una persona creativa?
Creativa y muy musical. Lo que hago es música, así más pura sangre. Eso me lo pasaron los cubanos, una forma de estudiar y aprender más instintiva. Ellos se quedaban 5 horas practicando conmigo hasta que me salía y de una equivocación mía, creaban. Aprendí de esa manera, que considero muy positiva: crear a partir del error.
Hablando de tu formación… Sé que fue muy completa y movida. ¿Nos hacés un recorrido?
Cuando era chico empecé con guitarra; después pasé al saxofón y a la percusión. Todo esto acá en Mendoza, mediante clases particulares. Después viajé bastante por Brasil y Uruguay, lugares donde están muy vivas las raíces africanas y donde fui aprendiendo todo lo que es percusión y ritmos africanos. Viví cinco años en Cuba, hice un máster, grabé en el estudio de Pablo Milanés con gente muy grosa. Después estuve siete años entre Buenos Aires, México y España; en esa etapa tuve la suerte de tocar con muchos músicos muy buenos también; y los últimos cinco años estuve en Nueva York, trabajando muchísimo. En realidad fui y me quedé como me pasa en todos lados: voy por unos días y tal vez me quedo cinco años. Pasaba por Buenos Aires algunos días, hacía unos shows y volvía a New York. La fortuna quiso que la gente de Thievery Corporation, que es una banda gigante, esos productores y DJs y la cantante en especial, Natalia Clavier, me ayudaran con la visa de artista. Entonces pude quedarme e instalarme en Estados Unidos. Gracias a ellos que vieron mis tambores con agua y luces, que conocieron todos esos productos míos y que también me tiraron una onda para que me quede. Toqué con muchos DJs y con un guitarrista clásico y músico colombiano. Ahí entré a hacer música de todos los estilos, desde árabe, brasilera, colombiana, africana, cubana.
Soy percusionista y lo que hago son producciones de eventos artísticos con ideas conceptuales únicas para un determinado momento.
¿Por qué crees que elegís la percusión sobre los otros instrumentos?
Me divierte mucho que todas las cosas tengan un sonido y que de todo se pueda hacer un ritmo. Cuando estudiaba mucho, mucho, en Cuba, escribía incluso lo que la gente hablaba, rítmicamente, no con palabras, sino con la percusión. Es una parte de niño que conservo, eso de jugar.
Drum & Luz ¿es tu producto estrella?
Es algo que inventé, ahora lo saco nuevamente en el Hyatt. Fue algo muy importante y lo voy a hacer importante nuevamente. En ese momento, cuando lo creé, hace muchísimo tiempo, no existía. Tanto es así que en Buenos Aires convocaron a tres productores, de los cuales uno fui yo. Yo hice esta propuesta de tambores, tecnología y agua pensando que ya existía. Lo aprobaron y cuando me puse a averiguar, no se había hecho nunca. Justo mi hermano estaba en Nueva York, le escribí para que me comprara los tambores con luces y no existían. Así fui por distintos lugares del mundo sin encontrarlos. Entonces decidí ir al mercado de pulgas en Buenos Aires, contraté a un electricista, a un hombre que trabajaba con hierro. Fabriqué los tambores de cero.
El costo era más alto de lo que había presupuestado, por lo que decidí hacerlos bien, grandes, al estilo brasilero, que son llamados “zurdos” en Brasil y se usan para las batucadas. A los organizadores les daba igual que sonaran o no, era más visual lo que ellos querían. Pero, claro, ya que iba a gastar más plata, los hice con parches y grandes, para ver si sonaban. Fue una locura porque prácticamente lo que hice fue una lámpara (risas). En ese show me enchufaban y me desenchufaban, para que se prendieran y apagaran las luces, a lo primitivo total. Rarísimo, pero se vio increíble.
Pero luego evolucionó…
La segunda vez me pusieron una perilla; después de eso estuve mucho tiempo sin hacerlo funcionar, hasta que conocí a una francesa e invertimos en ese producto, pero esa vez de primera calidad, con un sistema tecnológico de Leds. Hicimos los tambores de primera calidad, a medida, con stands para tocar parados o como batería, se armó un producto caro y muy elegante.
¿Qué te deja Drum & Luz?
La sensación de tocar ante 3.000, 5.000 personas, 10.000, es impresionante; es un éxtasis fuerte, porque es algo muy impactante, muy fuerte y en muy poco tiempo. Yo viajé inclusive en avión por hacer un show de tres minutos y 21 segundos, porque era muy difícil programar las luces para ese show, llevaba mucho tiempo programar esos tres minutos. Quizás era demasiado exigente… La gente me decía “Poné las luces para que funcionen solas y listo” y para mí no era así, le daba el color que yo quería, parecía un pintor en ese momento: “Ponele un poco más de rojo, rosado, ponele verde”, para que no se viera feo.
¿Y actualmente?
Fue creciendo bastante, actualmente dura 45 minutos aproximadamente porque la tecnología avanzó muchísimo. En el último que hice éramos dieciséis, dieciocho personas trabajando, entre operadores sonidistas que llevan micrófonos especiales, gente que trabaja los mappings, imágenes, etcétera.
¿Cómo armás cada show?
Es bastante complejo el armado coreográfico, incluso hay cosas que me tengo que aprender de memoria porque no puedo tocar los siete tambores a la vez —no tengo siete manos—. Sin embargo, siempre hay una cuota de improvisación que es donde le pongo mi sangre, porque si no me muero (risas): pongo efectos dentro de la batería con luces o de cada tambor para poder improvisar, lo programo antes. La verdad, convertí a Drum & Luz en algo muy exquisito.
La sensación de tocar ante 3.000, 5.000 personas, 10.000, es impresionante; es un éxtasis fuerte.
¿En qué estás trabajando ahora?
Ahora estoy como en una transición. Estoy haciendo unos shows acústicos que tienen un poco de música del mundo, que tiene un poco de Cuba, un poco de Brasil, un poco de flamenco, Colombia, cumbia folclórica, etc. Por otro lado estoy armando un proyecto que en Estados Unidos armaba solo con un holograma, pero creo que acá no existe aún, pero estoy haciendo algo parecido con la música. Ya lo voy a empezar a mostrar. Estoy armando un show para El Trece en Hyatt con Drum & Luz. Empiezo ahora con “Yoga por los caminos del vino”: tengo una serie de instrumentos climáticos y atmosféricos que toco mientras las profesoras están dictando las clases.
Me contratan para muchas inauguraciones. Tengo la facilidad de convocar artistas y hacerlos explotar. Acá en Mendoza hay muy buen arte, muy buenos artistas, solo que no se valora mucho. Entonces, cuando trabajo con marcas que por ahí me pagan un poco más, me doy el lujo de llamar a esta gente para que realmente hagan cosas lindas. Hay muy buenos artistas, músicos, bailarines, acróbatas, de todo. Tengo esa facilidad de armar shows rápidos y únicos por una sola vez. Me gusta eso de hacer algo totalmente exclusivo cada vez que sale.
O sea que no hay que perderse ninguno…
Exacto (risas).
Al son de la música de los extravagantes instrumentos que Ramiro tiene expuestos en su estudio, cerramos la charla que compartimos con este músico para quien los shows chiquitos y los grandes son igual de impactantes. Para su pasión interminable, es lo mismo mostrarles a sus
invitados cómo suena un berimbau (instrumento de cuerda percutida que cuelga en su pared), que tocar frente a miles de personas. Así es el excepcional Ramiro Scalzi.
Instagram: Ramiro Scalzi
Contrataciones por shows y clases: 261 208 8084