La facultad nos reunió tiempo atrás y, gracias a este cruce de caminos, llevamos casi dos años de casados. Juntos, hicimos de nuestra casa un espacio que, por momentos, es estudio y, por momentos, sala de reuniones. Sin embargo, con la llegada de Marco, nuestro bebé de 7 meses, la convertimos en un hogar.
Si bien tuvimos experiencias laborales previas en otras empresas, elegimos trabajar juntos y montar nuestro propio estudio. Funcionamos bien como equipo, ya que, además de complementarnos, aprovechamos nuestras diferencias para volcarlas en los proyectos que llevamos adelante. Si los engranajes no están bien aceitados, de nada sirve contar con un diseño perfecto.
Nuestra máxima es basar la relación con el cliente en la búsqueda de acuerdos, aspecto esencial para cualquiera que se desempeñe en este rubro. Es por ello que nos hemos inclinado por encargarnos tanto del diseño como de la dirección técnica, ya que eso nos permite mantener un contacto estrecho a lo largo de todo el proceso.
Visión compartida
En nosotros se da una dualidad de condiciones: matrimonio y arquitectos. Desde este lugar, analizaremos algunos de los puntos centrales de la arquitectura de la actualidad.
Identidad arquitectónica
Cuando uno piensa en lo identitario de la Argentina, inmediatamente, viene a la cabeza la casa chorizo. Pero esta es una idea que no proviene aquí, sino que se tomó prestada de experiencias extranjeras. Este problema de determinar cuál es la impronta local no es exclusivo de la arquitectura, puesto que cuesta trabajo definir la impronta de la sociedad argentina en sí. Nuestras raíces están en los inmigrantes que arribaron al país y, al fin y al cabo, somos una mezcla entre sus historias y lo poco que persistió del legado autóctono. Quizás allí resida nuestra identidad.
En algún momento, Argentina logrará desarrollar un estilo propio, pero es muy joven todavía.
En el caso de Mendoza, se produjo algo muy positivo, que fue intentar hacer algo distinto a nivel arquitectónico después del terremoto del 20 de marzo de 1861. Después de este siniestro, surgió la idea de llevar adelante un urbanismo higienista, que apunta a mantener la limpieza y el orden de la ciudad, así como a priorizar los espacios cómodos y frescos. A partir de esta concepción, se ampliaron las veredas y se poblaron las calles de árboles, pero esto no bastó para constituir una identidad propiamente dicha.
De todos modos, tanto la provincia como el país cuentan con arquitectos que tienen rasgos propios bien definidos en sus diseños. No obstante, puede suceder que su estilo no sea reconocido por todos con la misma facilidad con que se identifica, por ejemplo, una obra de Luis Barragán en México. Con solo ver una casa de colores estridentes, uno se retrotrae a las viviendas típicas de la tierra de los aztecas.
Panorama actual
El inicio de nuestro camino profesional coincidió con un momento particular del país, ya que la economía de la Argentina le plantea grandes desafíos a la construcción. Independientemente de la coyuntura actual, hemos observado cómo Mendoza ha sido capaz de superar obstáculos y aportar exponentes que proyectan a la provincia en el mundo. Esto ha dado lugar al desarrollo de un movimiento constante dentro del campo arquitectónico, que nos obliga a todos a estar actualizados permanentemente en materia de tendencias.
Ahora, por ejemplo, se observa el auge a nivel internacional del movimiento modernista, que, lejos de ser actual, se originó en los cincuenta. Hoy por hoy, existe una amplia variedad de viviendas con presencia de elementos contemporáneos. Prima el racionalismo, que se caracteriza por los diseños geométricos simples y que se pliegan a la función del edificio.
Sistemas constructivos
Si bien la arquitectura, en términos conceptuales y de diseño, está globalizada, no lo están los sistemas constructivos, ya que se registran grandes diferencias a nivel internacional. En Argentina se observa un atraso en esta materia, ya que aún resulta muy costoso construir con métodos distintos de los tradicionales.
Actualmente, están en boga los sistemas alternativos, basados en placas prearmadas, las cuales pueden encastrarse entre sí o necesitar del trabajo en obra. Mientras que aquí estos son escogidos por una mera cuestión de rapidez, en otros lugares, como Estados Unidos, constituyen directamente su estilo de construcción. Al revés de lo que pasa en nuestro país, allí es más caro construir a partir de ladrillos.
Una de las causas por las cuales Argentina no se acopló a esta tendencia de utilizar otro tipo de metodologías podría ser su atraso en la generación de mano de obra capacitada. Esto no quiere decir que el método vigente en el país sea ineficiente, sino solo que nos cuesta desarrollar y adoptar nuevas alternativas.
La mencionada falta de expertise no debe jamás combinarse con la urgencia por acabar una obra cuanto antes, porque ello acarrea el riesgo de tener viviendas jóvenes con problemas de viviendas maduras. Esto supone una doble desventaja: por un lado, la disconformidad del cliente puntual; por el otro, que se acreciente el rechazo hacia otra clase de propuestas.
En algún momento, este atraso quedará sin efecto, ya que el sistema tradicional demanda un gran volumen de mano de obra pesada, mientras que el mundo tiende al uso de máquinas. Ello responde al hecho de que, hoy en día, se busca que la huella ecológica que dejan los materiales sea lo más pequeña posible.
Quehacer profesional
En esta profesión, la forma de superar retos es el trabajo en equipo y el diálogo con todas las personas que intervienen en una obra. No solo se aprende en el estudio, sino también de y con el constructor, el oficial y el albañil. Todos pueden aportar conocimientos, por lo que las relaciones humanas son esenciales.
Continuando con lo anterior, destacamos la importancia de preguntarles a los involucrados en la ejecución de un proyecto qué opinan de él. La variedad de miradas enriquece, ya que puede haber detalles que a uno se le escapen o propuestas que permitan alcanzar mejores resultados.
El rol del arquitecto es lograr que se materialice aquello que proyectó.
Por otra parte, la arquitectura debe pensar en quién es el destinatario, a fin de facilitarle el uso de lo que se construya. La funcionalidad debe encabezar la lista de prioridades en un diseño, ya que de nada sirve una casa que no funciona. Esta premisa no necesariamente conlleva a una arquitectura conservadora, pues se puede jugar con la estética y lograr resultados armónicos y cómodos.
En este pensar en quién y cómo utilizará inmueble, un aspecto a considerar es dónde se encuentra el terreno. No puede equipararse una casa en un barrio cerrado con una en un área más deshabitada. En el primer caso, uno debe amoldarse a los parámetros de líneas y alturas que fueron fijados por quienes llegaron y construyeron antes. En el segundo, en cambio, hay menores condicionantes.
El diseño debe enfocarse en qué quiere el cliente y dónde se encuentra el terreno.
En cualquiera de los casos, es primordial considerar al vecino para, de este modo, construir en función del entorno y garantizar la buena convivencia. Pero ¿qué atentaría contra la armonía? Por ejemplo, construir una casa de grandes dimensiones que obstruya la vista de la vivienda colindante. El arquitecto debe intervenir para evitar esta clase de inconvenientes y plantear otro camino que satisfaga al cliente y, al mismo tiempo, no perjudique al de al lado.
A lo largo de nuestra vida laboral, hemos tenido la oportunidad de trabajar con clientes que se han entregado a nuestros conocimientos y no nos han demandado grandes cambios en en el salto del anteproyecto al proyecto. Esta experiencia nos ha hecho reflexionar sobre la importancia que en esta profesión tiene apuntar hacia un trabajo consensuado. No existen fórmulas perfectas que puedan aplicarse en todos los casos, por eso, el arquitecto debe ejercer de psicólogo para conocer cuál es la mejor propuesta para cada persona.
Una casa funciona con una parte pública y una privada. El porcentaje que se le otorgue a cada una de ellas es lo que hace la diferencia entre un individuo y otro.
En línea con lo anterior, observamos que la mayor creatividad se expone ante una remodelación, pues el cliente ya ha habitado la casa y está acostumbrado a ella. Por más que le resulte incómoda, está acostumbrado a esa incomodidad. Nuevamente, la empatía es clave aquí, aunque se debe reforzar la escucha, ya que un proyecto de estas características altera de algún modo la forma de vida del cliente.
Dalvian y su estilo
En Dalvian se dan algunas características particulares. Al ser unos de los barrios cerrados pioneros en la provincia, uno encuentra familias que viven hace más de 20 años aquí y eso le otorga una madurez distinta a la de la mayoría de los emprendimientos de similares características. Sus calles dan cuenta de que está nutrido de buenos diseños y de unos cuantos vecinos osados, dispuestos a aportar en el desarrollo de la identidad arquitectónica mendocina.
Solemos recorrer el barrio muy seguido y disfrutamos de reconocer estilos diferentes según la zona del barrio. En estas pequeñas “expediciones”, hemos podido encontrar ejemplos interesantes de las arquitecturas referentes de las décadas de los 80, los 90 y los 2000. También identificamos propuestas actuales destacadas, aunque, al apreciarlas desde una mirada contemporánea, aún es difícil apreciar los rasgos más distintivos.
Julián Indiveri
Cuando era chico, leía sobre construcciones y veía los trabajos de mi tío. Sin embargo, creo que al amor por la arquitectura lo traje innato. Al lado de mi casa, había una obra y siempre me quedaba viendo cómo ponían los ladrillos. Si hacían arreglos en mi casa, me sentaba a ver cómo trabajaban los albañiles. Mis recuerdos me revelan que esta vocación es algo que traigo conmigo, más allá de que lo haya mamado en mi familia.
Pese a que esta profesión, de algún u otro modo, siempre formó parte de mí, no la descubrí si no hasta el tercer año de la facultad. En un primer momento, mi elección de la carrera había respondido a una necesidad de estudiar lo que menos me desagradara. Pero, a mediados del cursado, me di cuenta de cuánto me apasionaba.
En mi núcleo familiar se ha dado algo muy particular: somo dos hermanos y ambos somos arquitectos. A pesar de haber compartido la crianza, concebimos la profesión de manera muy diferente. Los dos somos muy racionales, pero en mí se ha manifestado una veta más artística que en él. Mientras que yo me inclino más por el armado de proyectos y el emprendedurismo, a él le gusta más el trabajo en el estudio y orientarse por estructuras laborales firmes.
Clara del Campo
Decidí estudiar arquitectura en quinto año del colegio, pero no por mandato familiar. Mis padres siempre me dieron libertad plena de seguir aquello que me hiciera feliz. Mi mamá no pudo terminar la carrera de Ingeniería en Construcciones, por lo que era muy importante para ella que todos sus hijos tuvieran un título. Pero jamás nos orientó a que siguiéramos un camino universitario en particular.
Mi decisión de estudiar arquitectura nació de la idea de ayudar a los demás. Con el cursado, aprendí cómo podía plasmar mis conocimientos para lograr que la gente viva un poco mejor. Son pequeñas cosas las que puedo hacer desde mi trabajo, pero
con tan solo diseñar espacios puedo brindar comodidad y felicidad. Fue el costado humanístico, en definitiva, el que me motivó a elegir esta carrera.
Mi hermana también es arquitecta y fue de vital importancia para mí tanto en mis primeros años de la facultad como en mi incursión en el campo laboral. Ella me brindó su apoyo en mis primeras entregas. Ya recibida, guió mis primeros aprendizajes de cómo llevar adelante una obra. Con el transcurso del tiempo, decidí enfocar mi trabajo en la arquitectura propiamente dicha, mientras que ella decidió abocarse más al rubro de las máquinas para la construcción.
Estudio Indiveri del Campo
indiveri.delcampo@gmail.com
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