El sol calienta el asfalto de una calurosa siesta de febrero. Bettina aguarda con una sonrisa amable y los ojos colmados de ternura. El frente de su casa es un anticipo del mundo de figuras de chapa en el que ella vive. La escultura de un ángel recibe a quien llama a su puerta y contagia la pasión por los brillos y óxidos de los metales.

En una charla íntima con ÚNICO, la artista relató cómo fueron sus primeros pasos en la escultura. “Empecé hace doce o quince años con Mario Delhez, un gran profesional. Él me enseñó a trabajar la chapa. Soy una agradecida de haberlo encontrado en mi camino porque me despertó algo distinto”, comentó. “Yo había hecho antes cerámica y tallado en madera, pero cuando descubrí la chapa, me encantó”, confesó.
“La escultura es algo que me ayuda a estar bien y a recrearme. Cuando hago algo, me gusta lo que veo. Mi trabajo es más bien solitario; de hecho, en el taller, en lugar de estar adentro con todas las alumnas, yo estaba afuera en el jardín. Tenía que estar golpeando y no podía estar al lado de alguien que estaba pintando o dibujando”, narró la artista.
Mario me decía ‘la metalúrgica’ porque era la única de sus alumnas que trabajaba con chapas
Rodeada de sus obras, Bettina aseguró que ellas “no son una copia de nada”. “Son cosas que se me van ocurriendo”, afirmó. Muchas de sus creaciones nacieron en la casa en la que vivía hasta hace tan solo algunos meses, antes de mudarse a Dalvian. Por eso, está ansiosa por adecuar su nuevo hogar para volver a contar con un espacio creativo. Mientras tanto, se ha dedicado a darle vida a cada rincón con sus esculturas, sus fieles compañeras.
Al recorrer las diferentes habitaciones, se comprueba que el estilo de la artista es la libertad creativa. Las figuras volumétricas conviven en perfecta armonía con otras más bien lineales. Las formas abstractas cobran sentido al lado de aquellas que representan personas o animales. Independientemente de que todas ellas cuentan con factor común, la chapa, algo más las une y son las manos pacientes y dedicadas de su hacedora.
Además de manifestarse en su habilidad para imaginar y crear, el ingenio de Bettina también se observa en su capacidad para tomar cualquier objeto metálico y convertirlo en una obra de arte. “Me surgen ideas cuando voy caminando y encuentro algo. Empiezo a pensar en cómo lo puedo poner, si me va a resultar o no. A veces, encuentro pedazos de chapa doblada y trabajo a partir de esa forma”, comentó.
Al consultarle sobre cómo nacen sus piezas, la escultora explicó: “La chapa no es fácil de trabajar, pero es muy gratificante. A medida que la voy doblando y envolviendo, aparecen nuevas formas que, a lo mejor, no eran las que a tenía pensadas originalmente”. Además, confesó: “No me guío por nada fijo que me diga ‘tengo que hacer esto'”.
La familia de la artista es una pieza central de su proceso creativo. Su marido, ingeniero de profesión, la ayuda a buscar el modo de llevar sus ideas a la práctica. Sus hijas, en tanto, son las principales destinatarias de sus obras. “A la mayor, que es médica especialista en diagnóstico por imágenes, le hice para su consultorio una escultura de una mujer con forma de instrumento musical. A todas les he regalado piezas muy distintas. A veces les cambio unas por otras”, relató.
Sin embargo, sus seres queridos no son los únicos que han podido apreciar su arte, ya que nuestro conjunto residencial también ha podido gozar de él. “Hace muchos años había un desfile de modelos a beneficio de una institución y colaboré con mis obras para adornar el salón. Mi objetivo era ayudar en la causa decorando el lugar”, narró sobre el final de la entrevista.
Me ha costado vender mis esculturas porque siento que me desprendo de algo que me gusta mucho
Bettina despidió a ÚNICO con la misma sonrisa amable que endulzaba su rostro al inicio de la charla. Agradecida por la visita, regresó a su vida de chapas, formas y colores oxidados. Nuevas ideas aguardan en su mente el momento en el que ella les regale su inmortalidad.