Los Juegos Olímpicos de la Juventud 2018 estuvieron llenos de sorpresas, entre ellas la inclusión de muchos deportes “no tradicionales” que se transformaron en las estrellas de la competencia. Es que el Comité organizador, por primera vez, seleccionó los deportes secundarios para esta edición en la que se lucieron muchos adolescentes argentinos. Estas disciplinas nuevas, tales como el breakdance o el freestyle, fueron furor y convocaron a miles de personas que se sintieron atraídas por la frescura y el dinamismo de las mismas.
La gran sorpresa de Dalvian fue Nicolás Dieguez, un joven de 18 años que, tras perseguir el sueño de jugar en la selección argentina de handball tradicional —o indoor—, fue convocado para representar al país en beach handball, formato en el que no solo se destacó, sino en el que ganó junto a su equipo el glorioso tercer puesto. Humilde y tímido, mas orgulloso, nos recibió en su casa donde atesora, entre certificados y copas, la reluciente y contundente medalla de bronce. La emoción al hablar de su experiencia en los Juegos Olímpicos y el esfuerzo invertido en este sueño se expresa en sus ojos y en sus palabras que a continuación compartimos con vos.
Es raro escuchar que un mendocino representa a la provincia en un deporte tipo “beach”. ¿Cómo se te ocurrió empezar con esta práctica?
Hace tres o cuatro años fui con algunos compañeros del club a un entrenamiento de beach handball que se había organizado eventualmente. Mientras estábamos entrenando ahí, el técnico de la selección nos vio a mí y a dos chicos de Viedma y nos citaron para el equipo. Antes, iba a participar en la selección pero de handball indoor; luego el comité propuso los deportes secundarios para los Juegos. Fue entonces cuando el técnico empezó a buscar talentos por todo el país y me citó a mí.
Tal es el potencial de Nicolás que la primera vez que jugó a este deporte, fue citado para estar entre los mejores. Pero, como él mismo dijo, “el esfuerzo es más importante que el talento”. A los 13 años comenzó a prepararse en el grupo de handball de la UNCuyo y cinco años después ya estaba listo para jugar en las grandes ligas. El sacrificio fue el condimento clave del éxito.

Para acostumbrarse al nuevo suelo y a las nuevas reglas, los chicos tuvieron varias instancias previas a los Juegos Olímpicos. Como narró Nico: “Fuimos a un Panamericano y nos fue bastante mal —salimos quintos de seis equipos— porque entrenamos una sola vez antes de ir. Después, ya con un poco más de entrenamiento, fui mos a un Panamericano en Paraguay y salimos segundos, título que nos habilitó para clasificar al Mundial que fue en Isla Mauricio. Allí nos fue bien: salimos terceros y clasificamos a los Juegos”
“Desde febrero el técnico nos hizo ir a vivir a Buenos Aires; fue un esfuerzo bastante grande dejar a la familia y a los amigos. Además, entrenábamos de lunes a sábados, doble turno y a veces triple turno: en la mañana, en la tarde y a las 20 hacíamos pileta”
Finalmente, todo valió la pena y el equipo lució un excelente estado físico en la competición. “Yo creo que pudimos llegar hasta donde llegamos más por lo físico que por lo táctico”, afirmó Dieguez entre risas tímidas, aunque, evidentemente, la habilidad, la energía y las ganas de los jóvenes no faltaron y les permitieron subir al podio. Para ello tuvieron que acostumbrarse a lo que se denomina “giro 360”, el gran exponente del espectáculo de esta modalidad beach. Consiste en dar una vuelta en el aire antes de lanzar la pelota al arco para anotar un punto doble. El único requisito es que el giro sea completo y que pies y caderas estén dirigidos hacia el centro de la portería en el momento del lanzamiento.
¿Te sorprendió recibir tanta atención?
Sí, no esperábamos que fuera así. Cuando jugamos la semifinal, llegamos al parque cuando aún no estaba abierto, y ya había una cola larguísima de gente esperando afuera.
¿Qué se siente haber sido parte de los Juegos Olímpicos?
Fue una alegría representar a Argentina y a Mendoza. Después, el tema de vivir en la Villa Olímpica, conocer a gente de otros países y de otras culturas, fue algo muy lindo. Había una zona de juegos y ahí disputábamos partidos de fútbol con chicos de Japón, por ejemplo. Pero, sobre todo, lo que se siente al usar la camiseta argentina en la cancha es un orgullo tremendo. Además, el público nos apoyó bastante.
Lo que se siente al usar la camiseta argentina en la cancha es un orgullo tremendo.
En los Juegos Olímpicos de mayores hay seguridad por todos lados, en cambio en los de la Juventud a veces salíamos de los partidos y estábamos en el mismo lugar donde estaban los espectadores. Cuando perdimos la semifinal, nos hicieron un pasillo hasta los vestuarios y, mientras caminábamos por él, nos iban aplaudiendo. Por ahí se acercaban personas que no conocíamos, nos veían mal y nos daban un abrazo. Nos apoyó bastante el público.

Sos el 4 del equipo…En handball, ¿qué significa tener esa posición?
Podíamos elegir cualquier número, es indiferente eso. Yo me desempeño como lateral derecho. Como soy zurdo, siempre tengo el brazo más centrado al arco. En el equipo teníamos a tres chicos especialistas que eran los que defendían siempre porque eran los mejores y después estábamos los 4 que atacábamos.
¿Qué condiciones o cualidades creés que te llevaron a estar en las Olimpíadas?
Ser zurdo fue una ventaja que tuve, el tema de la altura y el estado físico.
Lo
Lo mejor fue que estuvimos bastante bien, pudimos pelear los partidos contra los mejores del mundo que son España y Croacia. Lo malo, no poder ganar el oro, pero pudimos subir al podio.
¿Qué se sintió estar en el podio?
Yo me largué a llorar cuando subí. El presidente del Comité me dijo “No vale emocionarse”, pero estábamos muy conmovidos todos. Nos reíamos un poco porque nos entregaron unos muñecos de los Juegos Olímpicos y nos veíamos cómicos todos grandotes con el muñequito ahí arriba… (sonríe).

Después de la amena charla con Nicolás Dieguez, pasamos a la sesión de fotos. Mientras tanto, nos intrigan sus planes a futuro; queremos saber si elige el handball para el resto de su vida, a lo que responde afirmativamente. Aunque, hace la salvedad, aún no está seguro de dónde desa rrollará su carrera: “Si quiero jugar profesionalmente, me tengo que ir a Europa o a Brasil. Por ahora no tengo planeado eso. El año que viene quiero empezar la carrera de Kinesiología, tal vez en Buenos Aires. Todavía no estoy seguro…”.
La belleza de la incertidumbre, combinada con la tranquilidad del talento asegurado, le otorgan a Nico una potencialidad sin fin. Por último, pusimos sobre la mesa la más difícil de las elecciones: “Si tenés que elegir entre beach handball o handball”… “No sabría decirte…”, deja en suspenso.