El optimismo es la expectativa estable y generalizada de que en el futuro ocurrirán cosas positivas.
Hacer que esas cosas pasen requiere una actitud activa y comprometida de cada uno con su propia vida. Por eso hablamos de GESTIONAR el optimismo, de ejercer el protagonismo que mi vida merece. El optimismo me permite vislumbrar cosas buenas por venir y esas cosas se construyen en el AQUÍ Y AHORA, en mi presente. Por ello es tan importante decidir qué hago con mi tiempo.
¿Qué es el tiempo? Una pregunta casi obvia pero no tan sencilla de responder. Quizás una unidad de medida; un ciclo natural; un recurso escaso; “algo” que siempre avanza; “algo que nos permite ubicar los hechos en un lugar cronológico”. Todas respuestas interesantes pero ninguna relevante para nuestro análisis. Nos quedamos con: el tiempo es la materia prima de que la vida está hecha.
No pierdo tiempo, pierdo vida. No gestiono tiempo, gestiono vida. Estamos hechos de tiempo y eso es lo que da sentido a nuestra existencia. Por eso es fundamental gestionar la vida desde una nueva perspectiva.
Cuando pensamos en el tiempo pensamos en la agenda o en el reloj. Una herramienta externa a nosotros, sumamente útil para programar espacios de interrelación con otros pero deficitaria para gestionar nuestra vida. El tiempo no es un problema de reloj sino de brújula. ¿Ha sido valiosa la última hora? Depende de si me lleva a mi Norte. Frente al uso de nuestro tiempo la pregunta clave es: ¿para qué?, ¿para qué hago lo que hago? Esta pregunta me coloca en otra dirección, “hacia dónde voy”. Pensémoslo en términos de dirección no en horas invertidas.
Para poder alinear nuestro tiempo el primer paso es entender que nos movemos en tres dimensiones de pensamiento: cotidiano, técnico y filosófico
En cualquier cosa que hacemos las tres dimensiones conviven. Si hago un informe en lo cotidiano, tengo el conocimiento de cómo hacerlo en lo técnico y desde luego debería haber un para qué lo hago en lo filosófico. Muchas veces hacemos cosas que en lo cotidiano sabemos hacer bien, en lo técnico las pensamos bien en algún momento pero en lo filosófico ya no tienen sentido. ¿Alguien lee ese informe? ¿Sirve realmente el tiempo empleado en su confección?
Para que tu presente anticipe el futuro que optimistamente ves, tienes que organizar lo cotidiano enfocando en el gran “para qué” de tu existencia. Esto que estás haciendo ahora, ¿es importante y prioritario para lo que quieres? Si analizas tu vida en estas tres dimensiones, profundizas tu proyecto vital. No te quedes sólo con lo cotidiano. Sube un nivel a lo técnico para descubrir si hay nuevas formas de hacer las cosas que rentabilizarían tus esfuerzos y sigue subiendo a lo filosófico para encontrar tu brújula: encuentra la conexión entre lo que haces cotidianamente y tu gran “para qué”.
En tu dimensión cotidiana incluye la disciplina y construye hábitos positivos. Céntrate en quitarte hábitos que te impiden progresar (como la postergación o la impuntualidad) y analiza tu entorno para ver si el orden te apoya en una mejor gestión.
En tu dimensión técnica, revisa las cosas que haces que hoy ocupan la mayor parte de tu jornada. Fíjate si hay nuevas maneras de hacerlo que hoy desconoces y podrían ayudarte a ser más productivo. ¿Qué puedes incorporar? ¿Qué curso puedes hacer? ¿Qué libro leer? Busca nuevas formas de hacer, revisa tus “cómo” para hacer las cosas mejor y con menos energía.
En tu dimensión filosófica. Siéntate un domingo (yo por lo menos lo hago ese día) o a fin de año y revisa todo lo que estás haciendo al momento presente. Mira tu trabajo, tus hobbies, tus relaciones, tu dedicación a tu salud, todos los planos de tu vida. Revisa cada uno de esos “hacer” y cuestiónalos: ¿para qué hago esto?, ¿cómo contribuye a lo que quiero lograr en mi vida? Ponte en contacto con tu creatividad, con tu sentido de trascendencia. Mírate a ti mismo en unos años: ¿esto que haces te ayuda a llegar allí? A lo mejor es algo que no te interesa o estás obligado a hacer, pero puedes verlo desde la perspectiva filosófica y descubrir que quizás el sentido lo tiene en otro ámbito de tu vida, te ayuda a aprender, te ayuda a conseguir lo que necesitas. Por ejemplo, una reunión a la que estoy obligado a ir puede ayudarme a mejorar la relación con mi jefe. Siempre cuando me muevo al lado filosófico, lo cotidiano que no me agrada puede tomar sentido.
Si quieres una vida plena, siempre ten a mano las tres preguntas frente a cada cosa que hagas: “¿Qué estoy haciendo?, ¿Cómo lo estoy haciendo? Y ¿para qué lo estoy haciendo?”. Abre tu cabeza a nuevas posibilidades. Te pondrás en contacto con lo trascendente y tu vida entera despegará hacia esa nueva dimensión.
Marita Abraham | marita@maritaabraham.com